domingo, 13 de noviembre de 2011

Adaptaciones

Desde hace un par de semanas, con motivo de la exitosa adaptación del Tintín de Hergé por parte de Spielberg, he estado pensando mucho en las adaptaciones de cómics que últimamente vienen realizando desde Hollywood. Sobre todo en dos.


Las adaptaciones no son nada nuevo. Ya había seriales cinematográficos de Batman y Superman en los años 40 (estos últimos son considerados, a día de hoy, verdaderos clásicos), y todos recordamos adaptaciones posteriores con más o menos gusto, como la Wonder Woman de Linda Carter, el Hulk de Lou Ferrigno, el Spider-Man de Peter Hammond, o el muy célebre Batman de Adam West. ¿Cuál es la diferencia de estas adaptaciones clásicas y las contemporáneas? La fidelidad. La fidelidad, no solo al personaje, sino a su entorno, sus relaciones y su historia.


En las adaptaciones clásicas, los personajes luchaban contra amenazas comunistas inéditas al ritmo del Batusí, Hulk no era Bruce, sino David Banner, y mejor no hablemos del Spider-Man japonés. Y menos aún de su robot gigante con forma de tigre. Esas cosas pasaban.


En las películas de superhéroes contemporáneas, aunque no se adapte ninguna historia en concreto, si que se respeta mucho la esencia del personaje, e incluso se hacen guiños al lector habitual de los cómics (momento "tocarse el talón de la bota" en Batman Begins o momento "lancemos a Banner del avión a ver qué cae" en El Increíble Hulk). Hay quién dirá que esto empezó con el Blade de Wesley Snipes, lo cual no podría ser más falso, pues el Blade de los cómics era poco menos que el sexto hermano Jackson, pero en bambas. Eso sí, era una muy buena evolución del Blade de la serie animada de Spider-Man de los primeros 90 (otro genial ejemplo de adaptación).


La primera gran adaptación fue el Superman de Christopher Reeve, aunque fueron luego los de DC los que apartaron los cómics de ella, menos de una década después.


Pero en los últimos años ha aparecido un nuevo enfoque respecto a las adaptaciones de cómic a la gran pantalla. Ya no se trata de tomar el nombre de un personaje, o su aspecto, o incluso su actitud, o algunos personajes de su entorno. No, desde Sin City, de Robert Rodriguez y Frank Miller, que se propusieron trasladar algunas historias del universo ficticio de éste último, ya no se habla de adaptación, sino de traducción, lo cual es un enfoque completamente nuevo.


Personalmente, Sin City me gustó mucho, tanto la película como los cuatro relatos en los que se basa, que ya había leído previamente. Pero es verdad que la traducción casi 1:1 de un medio a otro se mostró fallida en algunos aspectos, demostrando que el lenguaje del cine y el cómic, aunque similares, no son iguales, lo que se pudo comprobar en lo excesivo que resultaban los monólogos interiores de ciertos personajes en el cine, y que en el cómic no eran cargantes, sino necesarios.

Tras Sin City ha habido otras traslaciones cómic-cine, pero siempre cambiando algo, ¿adaptándolo? a los gustos del gran público (Watchmen, por ejemplo).

Al comenzar he mencionado que sobre todo iba a hablar de dos películas. Vamos a ellas.

La primera es 300, de Scott Snyder sobre el cómic de Frank Miller. 300 sería la adaptación perfecta si no fuera porque, por alguna razón que yo no comprendo, a alguien se le ocurrió que había que añadir una subtrama a la película en la que la protagonista debía ser la reina espartana. Lo cierto es que, hablando con otras personas que también han visto la película (si no la habéis visto, la ponen HOY en televisión), todo el mundo reconoce que toda la subtrama apesta y sobra, y es curioso que, en un mundo de adaptaciones que se realizan podando el material original, la única vez que no se quita nada, tan sólo se añade morralla. Sobre todo porque 300, con todas sus virtudes, dista de ser una obra perfecta y, puestos a rodar material extra, se podía haber extendido más la trama por otros derroteros.


Lo cierto es que Frank Miller crea unos personajes que casan muy bien con el tipo de películas-espectáculo de Hollywood. Marv, su Daredevil y, muy especialmente, su Batman no son meros mortales, son fuerzas de la naturaleza, movidos por unos ideales más poderosos que ningún supuesto superhombre. Tomando como ejemplo el Batman del nunca suficientemente recomendado The Dark Knight Returns, la fuerza de la naturaleza que es Batman resurge dentro de un Bruce Wayne envejecido y abandonado, llevándole más allá de los límites de los meros seres humanos, enfrentándole a su pasado, al futuro, a la locura y, finalmente, al mismo Superman. Si sólo se va a leer un cómic de Batman en la vida (y por experiencia voy a decir esto: y se tienen más de 13 años), debería ser este.


Leónidas, como todos los protagonistas de Miller, es una fuerza de la naturaleza, sobrehumano, un rey movido por unas convicciones hacia lo que es correcto para su patria, para su gente, que no duda en enfrentarse a los corruptos y a un enemigo a todas luces superior por lo que cree correcto. Y cuando la derrota parece segura, es el último en caer, casi imposible de matar, pues sus convicciones le hacen tan fuerte que incluso un cuerpo atravesado por las flechas sigue aguantando frente al enemigo.


Hay otra película, más reciente, que adapta otro cómic, también más reciente, que me parece interesante reseñar: Kick-Ass.


Lo curioso de Kick-Ass, como adaptación, es que empieza de forma muy muy parecida al cómic, pero conforme va avanzando la película te das cuenta de que no refleja el cómic, sino lo que a los protagonistas del mismo les hubiera gustado que hubiera sido el cómic. Big Daddy pasa de ser un perdedor con delirios de grandeza a ser un verdadero héroe, mientras que el protagonista consigue vencer al malo y quedarse con la chica, manteniendo sus genitales intactos en el proceso. Kick-Ass pasa de ser una metáfora sobre lo duro que es el mundo real en comparación los universos en cuatricomía de los cómics, a ser una película benévola con el espectador, al que da un final amable y condescendiente. La película de Kick-Ass sería para el protagonista del cómic lo que muchos hemos deseado muchas veces: un mundo en el que todo nos va mejor, tenemos más suerte, somos más altos, más guapos, las cosas salen como queremos y, sobre todo, no estamos dibujados por Romita, Jr (reíros si queréis, pero cuando estás desproporcionado y lleno de vértices, estoy convencido que es algo que se echa en falta).




Aunque, obviamente, puestos a elegir, ¿quién no querría vivir en una versión de nuestro propio mundo donde las cosas al final te salen bien y te quedas con la chica? ¿Quién sería capaz de renunciar a eso?


Supongo que por eso la gente habla de vivir una vida de película, ¿no?

2 comentarios:

Ulex dijo...

Por cierto, bienvenidos a la entrada 500 del blog. Había pasteles, pero ha venido Anónimo y se los ha comido todos.

dizzyhead dijo...

felicidades por el aniversario, la recompensa a la constancia en un gusto, que seguro que te da buenas experiencias.
lo curioso es que he leído el post escuchando de fondo un documental sobre un filósofo que definía nuestro tiempo como el de "gigantes con una pata corta"> gigantes que han crecido sobre la pata del progreso, de un ir hacia delante en el mundo, pero con otra pata corta del propio conocimiento. me ha parecido curioso ir leyendo tu post sobre cómo se han ido abordando esas adaptaciones, al principio como meros pretextos, sin apenas conocimiento, hasta ir recreando sus mundos, hasta superarlos en la última obra que citas. quizá las adaptaciones cine-cómic se están empezando a conocer a sí mismas. me gusta esa idea, da cierta esperanza.
lo dicho, felicidades por tu espacio.